martes, 24 de noviembre de 2009

Mónica Orellana, Licenciada en Educación:
“Cualquier ser humano entra a estudiar Pedagogía”
por Víctor Aravena

La educación en Chile pasa por una crisis que no se veía desde el paro de los escolares del año 2006, cuando estos salieron a manifestar su desacuerdo con la Ley General de la Educación (LGE). Hoy, los profesores reclaman por una deuda histórica que, según el gobierno, no existe, pero que según ellos debe ser pagada por el daño moral que generó el recambio del profesorado durante la dictadura militar. Este conflicto ha dejado al descubierto el problema de fondo de la educación chilena: la calidad. Mónica Orellana, profesora de diversas materias en el colegio Pedro de Valdivia de Agustinas se refiere sobre la educación chilena y opina desde el punto de los privados, que hasta ahora, no han sufrido de paros.

La pedagogía es una labor que requiere de mucha vocación y entrega a los jóvenes y más pequeños escolares. ¿Qué la motivó a usted a ser profesora?

Entregar la oportunidad para que otros seres humanos adquieran conocimientos, desde los más básicos, como lo son el leer y el escribir, hasta la posibilidad de que cada niño pueda lograr abstracciones del mundo que lo rodea.

¿Cuántos años lleva haciendo clases?

Diez, y en el mismo colegio.

Tomando en cuenta que los colegios privados reciben ingresos por parte de los apoderados, quienes financian la educación de sus hijos, mientras que en los colegios municipales, son el municipio en conjunto con el gobierno los que otorgan el dinero para los alumnos, ¿Ve mucha diferencia entre su colegio, que es privado, con los colegios municipales?

No conozco mucho la realidad de ellos, excepto, cuando estudié en el Liceo 1, pero en esa época no se usaban los paros y cada alumna se sentía completamente orgullosa de pertenecer a un lugar lleno de gente "cabezona", a decir verdad, creo que hasta hoy, va a depender mucho de cuan municipalizado sea el colegio.


Los profesores están protestando por una deuda histórica que dejó el golpe militar hace más de 20 años, ¿Cree que reclaman por algo justo?

A estas alturas creo que no, porque olvidaron hace rato lo que es dar una educación de calidad. Sin ir más lejos, los resultados que salen a la luz pública cada año, ya sea el SIMCE o la PSU, son cada vez peores y si bien es cierto tiene que ver con lo involucrados que estén los estudiantes, también depende mucho de la capacidad que tenga cada profesor para motivar. Hace rato que se quedaron pegados con lo que les deben y ellos trabajan bajo la ley del mínimo esfuerzo, porque la única forma de que los despidan es cometiendo un error muy grande.
Si usted tuviese la oportunidad de hacer clases en un colegio municipal, ¿lo haría?

Sí, no tengo problemas, la verdad es que tienen un montón de beneficios que no tenemos nosotros los privados, partiendo por la enorme cantidad de capacitaciones que ponen a disposición de los municipales y de manera gratuita.
La calidad es el principal problema que recae en la educación chilena, el colegio Pedro de Valdivia ¿recibe algún tipo de evaluación para sus docentes?¿Le rinden cuentas al Ministerio de Educación sobre los resultados de sus alumnos?

No recibimos evaluación docente y tengo entendido que en ningún colegio es obligatorio realizar este tipo de diagnósticos. Respecto a rendir cuentas eso lo ve el secretario de estudios que tiene que ir cada cierto tiempo a mostrar los libros de clases y los resultados, pero sinceramente no sé si lo harán bien.

¿Qué cree que le falta al sistema educacional actual y qué es lo que encuentra más malo en éste?

Lo que falta es la capacitación docente y gente que tenga un poco más de vocación para el trabajo porque al final es un círculo vicioso: Nadie quiere estudiar pedagogía, porque pagan poco, pero si no les alcanza el puntaje entran a esto y sin necesidad de incentivo real.
Lejos lo peor es que entra cualquier ser humano a estudiar pedagogía siendo que yo cuando entré tuve que dar una prueba especial y ahora sólo basta con la PSU y con las exigencias propias de cada universidad que, tengo entendido, son muy bajas.

¿Cree que la culpa de que la educación esté mala es sólo de los profesores o también incluye a la familia?¿Por qué?

Siempre tiene que ver con todo un poco, o sea, el q ahora sea muy común que padre y madre trabajen en largas jornadas hace que cuando lleguen a sus casas tengan poca o ninguna gana de hacer algo más educativo. Es mucho más cómodo tener a los niños jugando con algo tecnológico que haciendo cosas en las que tengan q interactuar. Los papás se sienten culpables por estar pocas horas con sus hijos por lo que prefieren pasar por alto un montón de rutinas que puedan aportar formación y valores a sus hijos.

¿Cómo se ve reflejado esto en los pequeños?

No es tan importante que tengan hábitos, porque para eso está una, para enseñarles que no les puedes levantar la voz, porque de una se trauman, aunque en sus casas el trato pueda ser mil veces peor, que enseñarles valores no es trascendente, porque todo se arregla con dinero o con quien habla más fuerte. No importa si el niño no hace sus tareas porque para los padres la profesora fue la desubicada que mandó algo tan complejo a los pobres niños.

¿Pretende ser profesora de por vida?

Por el momento sí, pero no sé más adelante porque es un trabajo que cada día va agotando más y más.

domingo, 18 de octubre de 2009

Solemne

Barrio Brasil:
Un espacio cultural que desaparece
Por Víctor Aravena

Un café cortado y un jugo de frambuesa, en la esquina de Huérfanos con Brasil, bastan para conversar plenamente con Danilo Monteverde, candidato a diputado por el distrito 22 de la comuna de Santiago. Este joven de 27 años ha vivido desde pequeño en el sector y lo ha visto evolucionar. Él es sólo uno de los 7 candidatos que postulan para la comuna y que buscan representarla en la Cámara de Diputados. Además, es el más joven de ellos y postula por el Partido Humanista apoyando a Marco Enríquez Ominami.
Faltan menos de dos meses para las elecciones y en el barrio Brasil ya se viven los puerta a puerta, la entrega de panfletos y las reuniones con las juntas de vecinos, para definir lo que son las principales problemáticas de los habitantes del sector. Aseo, patrimonio, delincuencia, inmigración y cultura son los temas recurrentes que surgen entre los vecinos, quienes no quieren dejar pasar esta oportunidad para encarar a los candidatos a diputado por los temas que no son tratados en el municipio.

Danilo Monteverde (PH), Candidato al Distrito 22


Tras varios intentos de llamado a la oficina de Felipe Harboe, su jefa de prensa le pasa el teléfono al actual diputado por la comuna y en menos de quince minutos se le debe realizar una entrevista que abarque diversos temas del barrio Brasil.
Con su característica y rápida manera de hablar, Felipe Harboe hace hincapié en tres problemas que deben tratarse en la Cámara de Diputados. En primer lugar quiere regular el nivel de altura de las construcciones nuevas del barrio mediante plebiscitos en los cuales los vecinos puedan optar por el mejor destino para sus alrededores. En segundo lugar se refiere a los inmigrantes, a los cuales defiende plenamente, y así lo demuestra con el envío a la Cámara de un proyecto de plan de seguridad para los extranjeros, que los protege ante la ley en muchos casos de problemas que se puedan producir con chilenos. En tercer y último lugar le preocupa el hacinamiento que existe en diversas casas, en las cuales se arriendan piezas para inmigrantes, y en las que muchas veces no se sabe qué ocurre adentro. “Los inmigrantes deben recurrir a la delincuencia y al narcotráfico para pagar sus arriendos porque los trabajos que ofrecen en el sector son denigrantes. Por eso promuevo un proyecto de ley en el que los dueños de casas que arriendan piezas deban hacerse responsables por lo que ahí ocurre, sin lavarse las manos por el hecho de no estar presentes”, dice Felipe Harboe antes de finalizar la conversación.
A un costado de la Plaza Brasil, Danilo Monteverde habla sobre lo que a él le parece inaceptable en un barrio histórico como lo es Brasil. Lo más importante, en su opinión, es la cultura y la inserción de los inmigrantes al sector, además del cuidado del patrimonio. “Desde Ravinet, luego con Lavín, después con Alcaíno y ahora con Zalaquett, que se ha pasado por encima del patrimonio con la construcción de edificios en lugares donde antes había casas históricas, las cuales deberían ser ocupadas como espacios culturales. Yo voy por un subsidio para que se mantengan las casas más antiguas con subvención del estado.”
En cuanto a los inmigrantes, Danilo es tajante en su opinión y le hierve la sangre cuando se habla negativamente de ellos. Para él no debería existir la discriminación y por lo mismo pretende promover un proyecto de ley que sancione la discriminación pública a los inmigrantes en Chile. “Esta sanción se refiere a la gente que, por ejemplo, arrienda casas y que coloca letreros que dicen que tienen piezas disponibles sólo para chilenos”, dice Danilo antes de beber de su tasa con café cortado. “Y también voy por una ley que sancione a las casas que tengan a muchas familias viviendo en ellas, hacinadas."

Letrero que discrimina a los inmigrantes

Los vecinos

Alejando Valenzuela, partícipe de la Comunidad para el Desarrollo Humano, que se desempeña en el barrio Brasil, exige que se conozcan todas las candidaturas a fondo porque lo que se ve en la televisión es muy poco. Para él no hay un incentivo para cuidar el barrio y por lo mismo se está perdiendo. “Los carteles políticos llenan las calles del sector y le quitan la esencia”, dice Alejandro que además de encontrar innecesaria tanta propaganda, cree que el gobierno debería dar una instancia en la que el municipio, en conjunto con los vecinos y el estado, puedan conversar y definir soluciones para la problemática de la inmigración.
A este mismo tema se refiere Rosita Montecinos, profesora y fundadora del centro cultural Mosaico, quien piensa que la inmigración es un lío por lo que se deberían dar más soluciones para que el racismo disminuya en la población. “Si llega un neozelandés a arrendar una pieza, probablemente le den todas las facilidades del mundo, pero si llega un peruano, lo meten a una pieza con otras dos familias que ya viven apretadas en un reducido lugar”, dice Rosita que aparte del tema de la inmigración, encuentra relevante que los espacios culturales del barrio se retomen.
Por su parte Mariana Flores posee una revista denominada “Raíces Humanas”, la cual es entregada en todos los quioscos y lugares públicos gratuitamente para la gente del barrio Brasil. Es una iniciativa propia en la que incluye poesía, cuentos y artículos sobre el sector. Mariana se refiere a los inmigrantes con un tono de preocupación porque dice que algunos de ellos son conflictivos, mientras que otros viven tranquilamente el día a día. “En marzo los peruanos arrendaban el Estudio Gigante y lo utilizaban para juntarse a beber. El problema era que cuando salían del evento estaban tan borrachos que andaban pateando todo en las calles, lo que provocó el rechazo de la gente hacia los inmigrantes en general”, dice la mujer que recuerda esto como una anécdota que fue uno de los causantes del racismo que se vive por parte de algunos vecinos del barrio. Para ella, la solución es que existan eventos en los que se pueda producir intercambio cultural, para que la gente conozca a los inmigrantes.

Campaña parlamentaria en pleno desarrollo

Cultura en el barrio

Todos los entrevistados, a excepción de Felipe Harboe, tocaron un punto en común: La cultura.
Antiguamente en la plaza Brasil se realizaban ferias navideñas, eventos para los más pequeños y una serie de actividades que lograban reunir a la familia en un mismo lugar en el que podían aprender y compartir con los vecinos.
Estas instancias se han ido perdiendo, según los entrevistados. Poco a poco los permisos para hacer actividades públicas se vuelven más tediosos y complicados. “Muchas veces los permisos los entregan después de la fecha que uno tenía previsto para su evento”, dice Mariana, quien participa activamente de actividades sociales del barrio.
Existen diversos lugares en los que abunda cultura, pero lamentablemente es iniciativa de los dueños de esas casas y no del municipio. Es el caso del Taller Sol, del señor Toño Cabina, quien se dedica a realizar eventos para la gente, pero sin permiso. “El Toño saca su proyector, un telón y arma una pequeña fiesta en la plaza para entretener a la gente, cosa que no molesta, al contrario, agrada”, comenta Rosita Montecinos, que conoce hace años al organizador de esta actividad.
Otro centro social se encuentra por un costado de la plaza Brasil. Es el galpón Víctor Jara. Según Danilo Monteverde: “En este recinto se realizan un montón de tocatas y actividades que fomentan la cultura y la sana entretención en el barrio, pero la municipalidad ha tratado de cerrarlo en varias oportunidades.”
Danilo es el único candidato que tiene entre sus prioridades el fomento de la cultura en el barrio y que por lo mismo busca marcar la diferencia con el resto de los postulantes.
Las actividades sociales se han reducido de manera considerable en el barrio Brasil por culpa del municipio, y los vecinos están cada vez más disconformes e ingresan este tema en la agenda de los problemas del sector. “Esta municipalidad está en la política de cerrar espacios que reúnan mucha gente para no tener problemas, sólo por imagen, por salir en la televisión como una comuna sin desordenes y sin delincuencia, pero no es así”, cuenta Rosita, quien aprovecha la instancia para avisar que el 24 de octubre se realizará el evento “Viva la diversidad”, en la plaza Brasil, en el cual gratuitamente los inmigrantes podrán mostrar su cultura y sus tradiciones a la población del barrio Brasil.
Cultura, patrimonio e inmigración son temas obligados en la agenda de los candidatos a diputado por el distrito 22 de Santiago, los que deben ser tratados en las juntas de vecinos y a través de los puerta a puerta, para lograr así, que un espacio cultural, como lo es el barrio Brasil, no desaparezca.


lunes, 28 de septiembre de 2009

Entrevista a fondo

Norma Morales, vendedora de 72 años del barrio Brasil:

“No me iré de acá hasta que me muera”

Por Víctor Aravena

Con un quiosco ubicado en las afueras del Preuniversitario Pedro de Valdivia, en la esquina de Brasil con Huérfanos, la señora Norma asegura haber visto de todo en el barrio Brasil tras 47 años trabajando como vendedora. Viuda y con 3 hijos que no ve hace más de 2 años, esta humilde mujer de San Miguel, que demora hora y media en llegar a su hogar, está en contra de la comercialización del sector y confía en que éste “vuelva a ser como lo era hace años atrás cuando la aristocracia abundaba”.

¿Cómo es su historia como vendedora en el barrio Brasil?

“Me puse con mi primer quiosco hace 47 años más cerca de la Alameda que ahora que estoy acá en Huérfanos. Mi madre siempre me decía que estudiara para que lograra ser algo en mi vida, pero nunca le hice caso y terminé vendiendo confites y revistas en mi querido y amado quiosco que no pretendo abandonar hasta mucho tiempo más. Sentada acá adentro con lluvia, frío o calor no me aburro, y a lo largo de todos estos años he ido conociendo gente nueva. Eso sí los transeúntes que andan por acá han cambiado mucho. Antes eran puros cuicos bien vestidos que sacaban a pasear a sus hijos por las calles. Ahora sólo veo distorsión de los jóvenes que rondan por el sector.”

¿Qué pasó con esa gente de clase alta que andaba por acá?

“Según tengo entendido el sector se comenzó a desvalorizar paulatinamente y los de la aristocracia comenzaron a ver que al mismo tiempo Santiago se extendía hacia la cordillera con terrenos que valían mucho más que los de acá, así que inmediatamente se fueron cambiando. De hecho tengo un conocido que todavía me viene a ver, que formaba parte de este grupo de gente de la clase alta, y me cuenta que no reconoce las calles del barrio, y que en verdad le causa asco ver que las construcciones antiguas se mantienen en los segundos pisos, pero en los primeros sólo hay comercio.”



¿Y qué le parece esto a usted?

En lo personal lo encuentro una falta de respeto porque es hacerle daño a un sector que tiene parte del patrimonio de Santiago. Si usted hubiese conocido estas calles cuando las casas eran habitadas en sus primeros pisos, se impresionaría de lo tranquilo y lindo que era. La gente vivía alegre y esa manía de comercializar las cosas todavía no se daba. Yo sólo tenía mi quiosco para mantenerme, no como un negocio del cual pudiese sacar grandes ganancias, por eso no me considero de esa gente que le gusta ganar plata.


¿Qué haría usted para cambiar esta negativa imagen que se ha generado el barrio?

De partida sacaría a todos los comerciantes que utilizan los primeros pisos de las construcciones antiguas. Luego cambiaría el recorrido del Transantiago para otras calles porque acá meten mucha bulla y hay veces que ni escucho a mis clientes. También derribaría unas casitas para colocar más parques, aunque sean pequeños, pero para que le den vida a este desierto. Luego de cambiar la imagen del barrio lo volvería a hacer residencial, y no necesariamente de gente pudiente, pero de personas que vivan el día a día acá y que le vuelvan a dar una identidad a esta calles por las que cada vez transitan más personas desconocidas.

¿Cómo ve a la juventud que recorre las calles del barrio Brasil?

Sinceramente a los jóvenes de ahora los encuentro muy liberales. De hecho es pan de cada día ver a niñitos de 13 o 14 años saliendo del colegio con un cigarro en la mano, o a los mismos cabros del preuniversitario que salen a fumar marihuana acá al lado mío como si se pudiese hacer en todos lados, siendo que no es así y yo no los dejo, los corro altiro.


¿Cree que esto ensucia la imagen del barrio, o piensa que son otros motivos?

¡No! eso es lo de menos, para mí el principal problema recae en que el comercio se apoderó de estas calles y lo único bonito que queda es la Plaza Brasil que, por suerte, ha sido preocupación del alcalde, pero el resto nada, y a pesar que yo no soy de esta comuna, sino de San Miguel, me preocupa porque es el entorno en el que trabajo todos los días. Para qué hablar de las noches. La avenida Brasil se transforma en una calle bohemia por la que los jóvenes andan curados caminando a oscuras y a pesar de la seguridad ciudadana que anda dando vueltas, no los agarran porque no están cometiendo delitos, así que uno tiene que aguantarlos nomás cuando se ponen pegotes.

¿Qué hay de su familia y parientes, cómo ven su trabajo?

Como te decía, mi madre nunca quiso que yo hiciese esto, pero me gusta y no estoy arrepentida de haber seguido este camino porque gracias a él conocí a mi fallecido y querido esposo y pude tener a mis 3 hijitos, que a pesar de que no los veo hace tiempo, porque están trabajando fuera de Santiago, me llaman y estoy enterada de lo que les pasa. Es gracias a ellos que yo me mantengo con ganas de vivir, de seguir trabajando y con la convicción de que no me iré de acá hasta que me muera.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Barrio Brasil en decadencia

Por Víctor Aravena

Al entrar en la calle Concha y Toro desde la Alameda, inmediatamente la perspectiva sobre el Santiago ruidoso y monótono cambia, porque el adoquín del suelo y las altas y amenazadoras casas antiguas no permiten el ingreso del ruido de los autos que transitan sin parar. Se ingresa a la calle y a la izquierda se encuentra el abandonado Teatro Carrera, que a 92 años de su construcción es considerado “Monumento Nacional”. Este recinto, que en algún momento fue el primer cine sonoro del país, hace pocos años terminó siendo una discoteque de mala fama donde se reunían jóvenes de los más raros estilos de la capital. Hoy, sus puertas están cerradas y por fuera sus paredes rayadas acompañan el frío ambiente de la calle.

Inserto en un ambiente universitario, el barrio Brasil hace un quiebre arquitectónico con el resto de la capital. Con construcciones góticas y neocoloniales, este sector retrocede los años y recuerda calles que fueron utilizadas por la aristocracia chilena del año 1900. Actualmente varios perros transitan por las silenciosas calles que, además, son fotografiadas constantemente por jóvenes y profesionales que buscan la esencia del lugar.

Sólo unos pasos más hacia el norte se encuentra la plaza “Libertad de Prensa”, la cual en su centro posee una pileta que con sus aguas provoca una sensación de relajación y tranquilidad que no se sienten a menudo en la capital. Con cuatro bancas, que están casi siempre ocupadas por jóvenes conversando o por adultos leyendo el diario, la plaza rememora la antigüedad del barrio que a poco más de 100 años de su construcción está perdiendo cada vez más rápido su esencia con la inserción de locales comerciales que dejan de lado la estética con tal de vender.



Más adelante vienen las calles Moneda y Brasil, que rompen con la tranquilidad de la calle antes nombrada. Con un asfalto deforme por el paso del tiempo y con locales comerciales pintados de colores distintos, estas calles difieren de la armonía de Concha y Toro. Sólo se rescatan las palmeras ubicadas en la bandeja central de la calle, que rodeadas de pasto, le dan un toque de armonía al sector. La urbanización ha hecho de lo suyo y ha provocado que la calidad de vida de los habitantes del sector se reduzca, al punto de que varios de ellos simplemente han optado por abandonar el barrio.


A pesar de la decadencia del sector de la calle Brasil, existen pequeños pasadizos que recuperan la esencia del lugar. Se trata de las calles La Fetra y Maturana que con construcciones antiguas devuelven la vida. Con gente anciana rondando por las veredas y con varias dueñas de casa paradas en las puertas de sus hogares, por este lugar se respira historia y tradición.
Según cuenta Ester Grajales, de 72 años, el barrio poco a poco pierde color y viveza. “Cuando se muera la gente de mi generación de este sector, éste estará perdido y será consumido por el comercio”, dice la señora que vive ahí hace 53 años. A pocos pasos Jeremías Soto cuenta que vio nacer el barrio y que probablemente alcance a verlo morir. “Si los jóvenes de ahora no están interesados en mantener el lugar, no hay vuelta atrás”, revela el hombre de 93 años que ha vivido toda su vida en el sector.

A unas cuadras de distancia se encuentra la plaza Brasil, que aparte de ser el único pulmón del sector, termina con la antigüedad, para abrir paso a la naturaleza. Basta con sentarse cinco minutos en una de sus múltiples bancas, algunas de las cuales son utilizadas por vagabundos para dormir, para sentir pájaros cantando, niños jugando en las instalaciones de entretención de la plaza, adolescentes jugando tenis de mesa, perros revolcándose en el pasto y el carro de maní que cada dos minutos lanza su agudo silbido que se escucha en toda el recinto. Sólo a ratos el grato momento es interrumpido por algún bocinazo proveniente de las calles colindantes, pero rápidamente se olvida.

Los alrededores de la plaza están plagados de historia, que con el pasar de los años se va perdiendo, pero aún queda gente que recuerda hechos memorables. La señora Etelvina Rojas recuerda perfectamente el día en el que todos los vecinos salieron a la plaza a reclamar por un buen mantenimiento del barrio, que en ese entonces, no estaba considerado por la municipalidad de Santiago. “Fue un hecho que nunca olvidaré. Toda la gente del barrio, niños y viejos, reclamando algo que nos merecemos por ayudar a mantener el patrimonio de la nación”, dice la señora que ha pasado 48 años recorriendo las calles del lugar.


Pasado un rato en la plaza al mediodía, salen los escolares, los cuales llenan la plaza Brasil y todos sus juegos y construcciones. Se sientan a fumar, a conversar y a escuchar música. Uno de ellos habló de la visión que tiene de un lugar tan histórico como lo es el barrio Brasil y dijo desconocer la historia que se encuentra en ese sector. “La verdad yo sólo vengo al colegio y a la plaza porque conversamos con los cabros, desconozco lo que puede haber pasado en esta plaza y en sus alrededores”, dice el joven de 16 años que asiste al colegio Santa Cecilia, ubicado a un costado de la plaza.

Al parecer los jóvenes no están interesados en mantener el legado de los antepasados, siendo que es de vital importancia que se interesen por el tema para que éste no quede en el olvido. La decadencia continúa y cada vez se hará más latente si la gente no se preocupa de mantener el sector.
La municipalidad ha hecho de lo suyo, manteniendo luces, contratando a los jardineros y aseadores de la plaza y del sector, pero muchas paredes están rayadas y muchos juegos están rotos por culpa de jóvenes que no saben valorar lo que tienen en frente.

Poco a poco las casas se irán demoliendo para dar paso a grandes edificios, como ha ocurrido en varios casos del barrio, y en pocos años la gente de edad que mantiene vivos los recuerdos del sector desaparecerá, trayendo consigo el olvido y la desolación. Es tarea de los habitantes del lugar mantener el registro histórico, osino la decadencia será más que evidente y las calles Concha y Toro, Maturana, La Fetra y Moneda perderán sus legados.